lunes, 23 de agosto de 2010

Da Vinci también es mágico
Beatriz Rodríguez
Como paseo de fin de año escolar, planeé con mi grupo de alumnos ir a visitar el Museo de los Niños, donde habían inaugurado una sede llamada “Viva Milán”. Planificamos todo, el traslado, el día y los permisos de los padres. Sería emocionante ya que, en Milán, nació el maestro Leonardo Da Vinci, a quien habíamos estudiado hace poco en clases.
Llegó el gran día, emocionados en el trayecto, comentábamos todos esos datos curiosos que tanto interés nos causaban de la vida de Da Vinci; sus geniales inventos y sus enigmáticos cuadros. Un amable guía nos recibió en la entrada del Museo, nos acompañó al área de Milán, que estaba reservada solo para nosotros. ¿Cuál fue nuestra grata sorpresa al llegar? Nos esperaba el guía Piero Da Vinci, el tataratataramil nieto de Leonardo. Al verlo, los alumnos, inquietos y emocionados, le hacían mil preguntas al mismo tiempo: ¿cómo es eso de que aún vives?, ¿cómo se llaman todos esos inventos que creó Leonardo?, ¿él tuvo hijos?
Piero buscó mi mirada y, apoyando su mano en mi hombro, me dijo sonriente: Bienvenida, les responderé una a una cada pregunta que tengan pero con calma.
Mientras los alumnos se adentraban en el sitio y veían con fascinación las réplicas de cuadros y geniales inventos del gran maestro, me senté en un banco con Piero para que me contara un poco su historia.
-Piero, sé que el nombre de Leonardo era un poco más largo. ¿Cuál era?
- Leonardo Di Ser Piero Da Vinci, me contestó. De ahí viene mi nombre.
Una alumna se acercó a mí, e interrumpiendo la conversación, me dijo ansiosa: Profe, mira allá. Y señalando un rincón oscuro con unas luces de colores que iluminaban un tumulto tapado con una tela, me pidió que fuera con ella a destapar “La máquina del tiempo”, como el cartel lo decía.
Piero observó a la niña y le afirmó: así es pequeña, se trata de una maquina súper poderosa, que realiza cosas increíbles. Solo tenemos que desear algo con muchísima fuerza y pedirlo enfrente de la máquina. Si nos lo concede pueden suceder cosas maravillosas.
Agrupados frente a la máquina los niños se ponían de acuerdo en el deseo que pediríamos. Fuimos al Museo por una razón, querer conocer más sobre la vida de Leonardo Da Vinci.
Señor Piero – preguntó un alumno. ¿Esta máquina es tan poderosa que puede traer a las personas de vuelta?
Nada más a las personas de las que se habla en este museo y sólo por un rato.
¡Listo! Exclamaron todos en coro, entonces queremos conocer en persona a…Leonardo Da Vinci. Se notaba en los alumnos el inmenso interés que sentían por verlo.
Y entre aparatosos sonidos y caras de asombro e incredulidad, esperábamos frente a la máquina a ver qué sucedía.
Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Dentro de una gran nube de humo apareció entre nosotros el tan esperado señor.
Emocionados, rodeamos a Leonardo, lo tocamos y si, era de carne y hueso. Nos veía con ojos de cariño y gratitud.
A ver Leonardo. Comencé preguntando ¿En qué se parece el siglo XXI con el siglo en que tú viviste, el XV?
-Yo estoy muy orgulloso porque todos aquellos inventos que yo creé, han sido utiles para el hombre moderno. Dentro de mis mejores inventos tenemos: un barco, las alas, una grúa de poleas, un buzo, un odómetro, una maquina de movimiento, el helicóptero, 245 cañerías…
Quizás nos habíamos consumido todo el oxígeno que teníamos alrededor ya que Leonardo le pidió a su nieto Piero que por favor, abriera las ventanas. No era falta de aire, extrañaba el piar de sus grandes amigos, los pájaros.
¿Por qué te hacen falta los pájaros y no los gatos? Por ejemplo. Preguntó curiosa una niña.
Con profunda nostalgia dibujada en su rostro, nos contó que él desde siempre había querido volar como los pájaros. Dedicaba las mañanas y las tardes a observar el vuelo de cuervos, golondrinas, águilas… Y en las noches, cuando no podía verlos, los dibujaba. El dibujo siempre se me dio bien. No solo pintaba pájaros -recalcó - también dibujaba montañas, ríos, puentes y todo tipo extraño de máquinas con poleas, ruedas y alas.
Pinté los originales de todos estos cuadros que están aquí. Los míos sé que están expuestos en famosos museos del mundo. Me entristece un poco lo que ha pasado con “La Gioconda”, haberla robado en varias ocasiones…
Conversando con Leonardo nos enteramos que no solo era pintor e inventor. También hacia grabados y esculpía. Todo esto lo hacía, en ocasiones, mejor que sus grandes mentores.
Leonardo, Leonardo- pregunté antes de que se me olvidara: ¿cómo es que Piero es tu nieto?, ¿te llegaste a casar?
Por muchos años tuve un compañero, de nombre Salaino. Aunque el también, como mucha gente, me consideraba un loco. Traté de transmitirle mis conocimientos, mi ingenio y mi curiosidad, pero terminó siendo un ladrón.
No me casé, sin embargo tuve un hijo al que no conocí, de ahí viene Piero.
Por arte de magia, el cuerpo de Leonardo fue desvaneciéndose hasta convertirse en humo. Debajo de esa gran nube espesa y blanquecina, salió volando un papel que decía: “queridos niños, no me dio tiempo de revelarles mi gran secreto. “La Gioconda” o “Mona lisa” no es una mujer, investiguen más. Soy yo”

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